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Jorge Herrera, nacido en Las Palmas, pero valenciano de adopción, se sumergió en el diseño desde el "desconocimiento" y casi sin darse cuenta, aunque la vocación le viene de familia. De esa creatividad que le ha envuelto desde la infancia. Hizo su primer diseño en el instituto. Fue una estantería customizada. Algo "inconsciente", aclara. Pero había potencial. Desde 2008 es el alma del premiado internacionalmente Jorge Herrera Studio, con base en Valencia. Su perfil multidisciplinar le permite abordar todas las fases del proceso creativo. Firme defensor del detalle, de los productos que evocan sensaciones y de las soluciones inteligentes, sencillas y prácticas, concibe el diseño como "una herramienta para hacer fácil lo complejo". El esencialismo es uno de sus rasgos como creador. "Busco la esencia del producto para ponerla en relieve con la máxima de que la forma sigue la función". Es aquí cuando "entra mi mediterraneidad". Esa que le da un aspecto emocional a sus diseños. Una pigmentación diferente que evoca su último y doble proyecto: Calma y Tempo, dos bañeras que exploran la visión mediterránea del baño y con las que Herrera estrena colaboración con Sanycces. Tiene, incide, "una buena corazonada".

¿De dónde te viene tu pasión por el diseño? ¿Cómo te aproximaste a la profesión?
Nace desde la infancia. Vengo de una familia creativa. Mi abuelo, aunque no era zapatero profesional, tenía un garaje y un taller donde hacía sus creaciones, y siempre estábamos jugando a inventarnos cosas con materiales como madera o cuero y con radios o televisiones rotas. Mi madre era muy inquieta. Pintaba y hacía escultura. Mi hermana también es pintora. Así que es una cosa que viene de familia.

¿Recuerdas tu primer diseño?
Fue una estantería con escritorio que hice en el instituto, hecha a medida y completamente customizada. Era lo que yo quería para mi habitación. De todos modos, la diseñé un poco de manera inconsciente. Fue en esos años cuando me di cuenta de que gustaban las disciplinas técnicas, como las relacionadas con el dibujo por ejemplo. Ya en la universidad dudé entre cursar Arquitectura, Diseño o Ingeniería. Acabé entrando en Ingeniería y a las dos semanas vi que no era lo que yo quería y me cambié a Diseño. Soy de la primera promoción de Diseño Industrial de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Mi inquietud por la profesión nace totalmente desde el desconocimiento, porque en esa época el Diseño Industrial como formación en España era desconocido, sobre todo en Canarias.

Has nacido en Las Palmas, pero eres valenciano de adopción, ¿qué significa para ti el diseño mediterráneo?
El diseño mediterráneo es algo difícil de explicar con palabras, pero la mirada lo detecta rápidamente. Está en la forma en que respetamos los materiales, el color de los objetos, como usamos la luz, la amabilidad de las formas… Tiene que ver con cómo nos enfrentamos a la vida, y lo importante que es para nosotros el tiempo. En mi caso me siento a medio camino entre un diseño emocional que practicamos más en países como España o Italia; y el racional, con epicentro en Alemania. Como diseñador, soy mediterráneo-germano.

Una descripción para este binomio…
Bueno, no me considero minimalista, pero el esencialismo es uno de mis pilares, buscar la esencia del producto y ponerla en relieve con la máxima de que la forma sigue la función pero no desde una perspectiva tan ortodoxa como se practica en el diseño germano. Ahí entra mi mediterraneidad. Ahí se incorporan los rasgos mediterráneos, que le dan un aspecto emocional a los productos, una pigmentación diferente: la conexión con las personas. En este sentido me veo más emocional pero sin llegar a la provocación. Una esencialidad mediterránea.

Un buen diseño vs un mal diseño, ¿cómo se diferencian?
Un buen diseño tiene que funcionar y un mal diseño no funciona. No es útil, se rompe, puede estar mal dimensionado, puede pesar tanto que no se pueda transportar, etc.
El buen diseño radica en un equilibrio, un balance, entre la estética y la funcionalidad. No tiene por qué ser el más pulido estéticamente. Es decir, no tiene que ver tanto con la estética sino con otros condicionantes: función, forma, fabricabilidad, costes, transporte, materia prima, reciclabilidad, footprint...

La funcionalidad y la mediterraneidad están muy presentes en la colaboración que abres con Sanycces, para la que has diseñado dos bañeras, Calma y Tempo. ¿Cómo ha sido la experiencia?
La relación con la firma ha sido muy amigable, hemos conectado desde el primer momento. Me han dejado mucha cancha para trabajar, mucha libertad. Hemos ido construyendo el proyecto entre los dos. En el diseño también hay una parte de cómo es tu relación con el cliente, de si estás o no en el mismo barco, y si consigues crear equipo, como ha sido en este caso.

¿Qué aportación al diseño pueden hacer estas empresas como Sanycces?
Su aportación puede ser inmensa porque pueden recorrer un camino nuevo, sin tener que seguir la estela de nadie. Representan otra forma de ver el mundo baño, muy comprometidos con el diseño y están aportando productos de alto valor sin perder su esencia de empresa cercana y familiar.

¿Cómo es esta nueva forma de entender el baño?
La bañera en estos tiempos enlaza con un movimiento slow, de usarlas para esos sitios donde disfrutar de tu tiempo. Hoy tiene un sentido más contemplativo. Calma y Tempo encajan en el nuevo sentido que adquieren las bañeras en el mundo actual. En esa forma más pausada de entender la vida.
Pero ya no se trata de esa idea de spa más relacionada con una visión lujosa del baño. Sino que habla del autocuidado y la conexión, de la salud holística. Es por eso, que nos encontramos bañeras en todos los sitios, incluso fuera del baño. Por ejemplo en el dormitorio o en zonas de la casa con conexión al exterior. Al baño le ha pasado como a la cocina con el salón: desaparecen esas finas líneas que separan las estancias.

Al final de un diseño original surgieron dos. Explícanos: ¿cómo es Calma y cómo es Tempo?
Calma es una bañera que será atemporal. De líneas y volúmenes simples y puros que conectan con el usuario, transmite algo: la calma. Es pureza y un punto zen. Por su envolvente y forma cóncava, con forma de recipiente y de cuenco, es una bañera más concebida para el reposo, arropamiento, incluso más para estar en pareja. Calma cuenta con diferentes opciones de patas que imprimen la sensación de estar flotando y con una bandeja exclusiva que actualiza una forma de uso clásica de la bañera. Se crea así un espacio de apoyo que ayuda a explorar una dimensión wellness del momento del baño.

Y Tempo es esa cuerda que puede atrapar el tiempo. Es una bañera que, sin querer ser transgresora, sí es diferencial, porque no hay nada parecido en el mercado. Representa ese contacto con la naturaleza, con el mediterráneo. Su peculiaridad es la incorporación del textil, a través de una cuerda envolvente que puedes tocar mientras te bañas y que es el amarre a esa dimensión natural y temporal. La caracteriza también su gama de colores personalizada. Su geometría, con un respaldo más recto, nace para resolver una necesidad funcional. Es una bañera más utilitaria, pero sin perder la poesía.

¿Cómo ha modificado la pandemia nuestra relación con el baño?
Ahora hacemos un uso mucho más intensivo del cuarto de baño, en buena parte por la higiene. Se ha visto realzada su función.

Completa la frase: "Para mí el baño es…"
Luz y calor. Porque creo que los baños tienen que tener luz natural, no lo concibo de otra forma, y siendo del Mediterráneo debería ser más importante. Y el calor es clave, es un sitio de momento íntimo.